El proceso de prensado en frío para la extracción de aceite comienza con la elección de las semillas (por ejemplo, de girasol, lino, cáñamo, colza o sésamo, entre otros). Con el prensado en frío se obtiene menos aceite que con otros métodos, por eso es un proceso que solo usan pequeñas empresas especializadas. Los grandes fabricantes de aceite vegetal suelen usar disolventes y prensas de gran presión y velocidad, por lo que producen mucho más pero también generan más calor, oscureciendo el aceite y disminuyendo su aroma y su valor nutritivo.

Las semillas, con cáscara incluida, pasan por una prensa de baja presión cuya temperatura interior se mantiene por debajo de los 40 grados centígrados (de ahí el nombre de prensado en frío). El operador de la prensa debe controlar y ajustar cuidadosamente la velocidad, la presión y la temperatura. Mantener una prensa fría no es tarea fácil debido al calor que generan las semillas al ser aplastadas. El mecanismo de presión está formado por varias secciones y se puede acortar o alargar según el tipo de semillas que pasen por la prensa. Los residuos de las semillas se venderán más tarde para elaborar comida para animales. En este momento es fundamental controlar la temperatura, ya que si las semillas están demasiado calientes significa que se está acumulando calor y se debe abrir más la salida para reducir la presión en el interior.
 

Una vez que se ha extraído el aceite, se bombea a través de un sistema de filtración. El uso de filtros de tela permite el paso del aceite pero impide que se cuelen restos de semillas. El aceite pasa a través de los filtros varias veces hasta que obtiene un color claro.

Para dominar el arte del prensado en frío hace falta mucha experiencia, pero el resultado es un aceite mucho más sano y con más sabor. Los aceites de prensado en frío elaborados con otras semillas plantean retos de producción diferentes. Las semillas de lino y cáñamo son extremadamente sensibles al calor, así que los operarios tienen que enfriar la prensa durante el proceso para compensar el calor que se genera durante el prensado. En cambio, la colza no es especialmente sensible al calor, ni tampoco el sésamo.

Los aceites naturales y sin conservantes como estos deben manipularse con cuidado, puesto que la exposición al aire los estropea prematuramente. El plástico es translúcido, por tanto estos aceites se embotellan en vidrio oscuro ya que los aceites también son sensibles a la luz. Las botellas se sellan con un tapón dosificador. Sin conservantes, los aceites de girasol, colza y sésamo tienen una caducidad de 18 meses. Los aceites de semilla de lino y cáñamo tienen que estar refrigerados e incluso así apenas duran unos meses, pero valen la pena, porque saben mejor que los aceites elaborados al por mayor.